17.4.13

Vemos lo que podemos ver...



Ante un texto, una imagen o un fenómeno cualquiera, vemos (en un sentido amplio del término, de percepción visual, visión, pensar) lo que podemos ver en aquel momento, es decir, lo primero que se desencadena de forma inmediata, automática y rápida, es la actividad o respuesta emocional básica (del "Sistema rapido" o "Sistema 1" ).

Por una parte los inputs sensoriales, y emocionales conexos, son procesados (no siempre pensados) por un nivel de "conciencia rudimentaria", su evaluación es básica e inconsciente.

Es una experiencia similar a la perspectiva reversible, figura-fondo, (ver imagen: mujer joven/vieja) o al estímulo ambiguo (13/B), que organizan el material percibido para darle sentido.













Pero lo que me interesa subrayar es que la percepción no es un fenómeno aislado, está en íntima relación con la memoria y ambos procesos son asociativos.

Así la predisposición (efecto Priming) inconsciente, el contexto o marco, determinan el acto perceptivo, es decir, maneras diferentes de presentar la misma información a menudo provocan emociones diferentes y en su caso una capacidad de darse cuenta y comprender diferente las emociones y percepciones.

El dia 16/04/2013, se detacaba en los periodicos "El fotógrafo Manu Brabo, segundo español ganador de un Premio Pulitzer" y la foto se subtitulaba "Un hombre llora sosteniendo el cuerpo de su hijo en Alepo"






Sin poner en duda la buena intención del autor la fotografía incide en un conflicto ya muy debatido sobre el arte, el reportaje y el dolor de la situación. Me pregunto ¿cuando leemos la noticia vemos el drama, el éxito y/o la paradoja?

Por otra parte, el mismo día 16/04/2013 podemos leer "Obama activa el máximo nivel de seguridad en Estados Unidos". "El atentado de Boston, el primero en suelo estadounidense desde el 11-S, pone en alerta a todo el país. La Casa Blanca decreta el nivel 1 de movilización de las fuerzas de seguridad, el mayor frente a una ofensiva terrorista"

Una vez más, como sucede con muchos acontecimientos relacionados con la cultura del miedo, ante los hechos acaecidos en Boston (más allá del dolor y sufrimiento directo e indirecto) vemos que existe una disponibilidad y expectativa de fuerte impacto emocional y de opinión modelados por los mensajes mediáticos y discursos políticos, en gran medida, sesgados por la novedad y el dramatismo.

Las expectativas sobre los acontecimientos están afectadas por la emotividad de los mensajes, pues el mundo imaginado no es una réplica de la realidad.

Los marcos construidos, los procesos asociativos y los mecanismos de sustitución dan prevalencia a una visión o lectura de los hechos simple, rápida y emocionalmente básica.

Es decir, vemos lo que podemos ver ("lo que ves, es lo que hay") cuando domina la creencia y la respuesta emocional primaria frente al esfuerzo del pensar, de la tolerancia y la duda.





Paul Slovic (The Perception of Risk, 2000) pone de manifiesto la relación estrecha entre la facilidad con que las ideas de diversos riesgos acuden a la mente y las reacciones emocionales a dichos riesgos. "El <<riesgo>> no existe <<ahí fuera>>, independientemente de nuestras mentes y nuestra cultura, esperando a que alguien lo mida...Definir el riesgo es, por tanto, un ejercicio de poder"(Slovic, 2000).

Este ejercicio de poder corre a cargo de diversas instancias (mediáticas, económicas, políticas, etc.) que encuentran en los grupos sociales (en unos más que en otros) unos "espacios emocionales" disponibles para sintonizar con sus mensajes.

Es más, la atención que suscitan estas estrategias crecientes, del miedo y del horror, es tal que incluso el cuestionamiento de su credibilidad despierta hostilidad y sospecha.

Para una gran mayoría de ciudadanos el nivel de inquietud ante los riesgos sociales (con el terrorismo a la cabeza) es intenso y creciente, con un grado de preocupación frente a la posible amenaza muy superior a la probabilidad del daño. El estado de disponibilidad emocional que invade al ciudadano desconoce la probabilidad estadística.

En definitiva (como hemos visto recientemente en Boston, junto a innumerables ejemplos) el estado de miedo latente y la inquietud ante el riesgo, son facilitados por la predisposición y disponibilidad, facilidad y frecuencia con que nos vienen a la mente.

La vivencia de los riesgos sociales apela directamente a nuestra emociones básicas, apela a las partes más primitivas de nuestro cerebro.

Proteger a los ciudadanos y a la opinión publica de los miedos sociales es tan importante como protegerlos de los peligros externos, o quizá más.



Marcel Cirera                                                                                                                17/04/2013